
Voy a confesar que, aunque me quiera hacer la distraída, no soy de esas que apenas se asoma diciembre empiezan a sacarle punta al lápiz para anotar prolijamente los porotos ganados en el mano a mano que jugamos con la vida durante esos 365 días que pasaron, o esos "números en rojo" de las cuentas pendientes y de las fichas que el destino, o mi destino, me pudieron haber jugado en contra.